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El director del nuevo biopic de Netflix explica por qué convirtió a un dictador de la vida real en un vampiro no muerto

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Por regla general, los biopics suelen cumplir los mismos requisitos, pero está claro que nadie se molestó en decírselo al coguionista y director Pablo Larraín cuando empezó a preparar El Conde.

La próxima película original de Netflix retoma algunos acontecimientos de la vida del dictador chileno Augusto Pinochet -que gobernó entre 1973 y 1990 después de nombrarse a sí mismo en el poder- con la notable salvedad de que, en este caso, es un vampiro no muerto que mantiene una existencia milenaria alimentando su apetito por el mal.

Sin embargo, a los 250 años, decide que ya no merece la pena y se dispone a intentar cambiar de aires antes de permitirse finalmente abandonar este plano mortal. En una entrevista concedida a IndieWire, Larraín explicó su singular decisión creativa.

“Esta vez sí que quería enfrentarme a él. No creo que haya otra película o serie de televisión que tenga a Pinochet como protagonista. Por una serie de razones, no hemos estado preparados para hacerlo, y sentí que ésta era una buena oportunidad para poner una cámara justo en su cara. Es un hombre derrotado porque le llamaron ladrón. Eso es algo que está en el corazón de esta película: a un soldado se le puede llamar asesino porque para eso se le entrena, pero nunca ladrón. Cuando Pinochet fue acusado de robar dinero, la mayoría de la gente que le había protegido durante años ya no sabía qué decir, especialmente la extrema derecha. Eso rompió la simpatía de mucha gente. Es el primer chiste de esta película”.

Gracias a su descarnada fotografía en blanco y negro y a su fascinante gancho, merecerá la pena echarle un vistazo a El Conde cuando llegue a Netflix el mes que viene, aunque pueda tener algunas carencias en cuanto a precisión histórica.

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