Reseñas
Reseña: “Bohemian Rhapsody”
Esta es una reseña libre de spoilers. Si aún no has visto Bohemian Rhapsody, puedes leerla sin temores.
El biopic de Queen se encuentra en cartelera desde ayer, viernes 2 de noviembre, y ya está dando de qué hablar entre la crítica y la audiencia de todo el mundo. Antes de empezar, quiero aclarar dos puntos, así que disclaimer: primero, voy a mantener la reseña libre de spoilers, como siempre, pero si conoces la historia de Queen, ya no queda mucho por spoilearte. Y segundo, soy fan de la banda desde que tengo memoria, y el cariño, aprecio y admiración que les tengo es enorme; a pesar de ello, voy a hacer lo posible por mantener la objetividad que tanto presumo, aun cuando mientras escribo estas líneas y recuerdo lo que he vivido ayer, casi estoy empezando a temblar de emoción (de nuevo).
No recuerdo la última vez que he tenido expectativas tan altas para una cinta, mucho menos para una biográfica. Si bien mi crítica de cine interna estaba sólo cautelosamente emocionada, mi fangirl interna estaba que no cabía en sí misma. Iba con disposición a cantar, bailar y, seguramente, también llorar y, sobre todo, pasarla bien. Spoiler alert: lo he conseguido. Y agradezco que nadie haya ocupado la butaca que se encontraba a mi lado, que si hubiera sido así, la pobre persona pudiera haberse asustado al verme en semejante estado de euforia.
Bohemian Rhapsody ha sido —tal y como ya he adelantado anoche en mi cuenta de Twitter, tras una ráfaga de tweets enfervorizados— la mejor experiencia cinematográfica que he tenido en mucho tiempo. Se preguntarán ustedes cuáles son los criterios que utilizo para calificar una experiencia cinematográfica. En principio, son dos: como siempre voy mentalizada a absorber lo mejor y lo peor de la cinta para reseñarla, el primer indicativo de que la estoy pasando bien es que todo eso queda relegado a un segundo plano. El segundo es que me dejo llevar; con esto me refiero a ese momento en el que te olvidas de que te encuentras en medio de una muchedumbre, y te sientes totalmente inmerso en la película —eso es lo que yo personalmente considero la magia del cine. Y Bohemian Rhapsody ha cumplido con estos dos criterios con creces.
Nunca he sido lo que se dice una mujer llorona —tengo contadas las películas que lograron emocionarme hasta las lágrimas—, pero para el final de la cinta, yo estaba hecha un manojo de emociones. Será porque me ha tocado la vena sensible —cosa que no he podido evitar al ser fan, pero que aun así tiene su mérito—, o porque me ha conducido por una montaña rusa de emociones de tal magnitud, que al final no he podido contenerme. Pero mejor dejamos mi dramatismo de lado y nos concentramos en lo importante.
Bryan Singer —quien fuera reemplazado más tarde por Dexter Fletcher— se ha puesto tras las cámaras para dirigir la cinta, y si su trabajo ha alcanzado o no las expectativas es discutible, pero de esto hablaremos más adelante. El guion, a cargo de Anthony McCarten, tiene un sinfín de momentos memorables. La fotografía, a cargo de Newton Thomas Sigel, colaborador habitual de Singer, es cautivadora, y hace un uso satisfactorio de los escenarios por los que se mueve la banda, dando al filme un aire de epicidad emocionante.
Creo firmemente que en el brillante elenco es donde se encuentra el punto álgido de Bohemian Rhapsody. Los actores Rami Malek, Gwilym Lee, Ben Hardy y Joe Mazzello llevaron a cabo la difícil tarea de interpretar a Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon, respectivamente, y lo han hecho de maravilla. La química entre los cuatro como banda es innegable. Mención especial, por supuesto, a Malek, quien construye su personaje gradualmente, hasta que, en los últimos minutos del filme, puedes hasta llegar a creerte que estás viendo un documental. Desde la voz, hasta los movimientos y el porte de rockstar tan característicos de Mercury, Malek parece tener estudiado absolutamente todo, regalándonos una performance sólida que desborda energía por donde se mire. Si es que siento que me voy a quedar sin líneas para alabar al excepcional elenco que, por cierto, lo completan Lucy Boynton como Mary Austin, Allen Leech como Paul Prenter, Tom Hollander como Jim Beach, Aidan Gillen como John Reid y Mike Myers como Ray Foster, entre otros.
Otro importante punto a destacar sobre la cinta es su increíble puesta en escena, que logra superarse a sí misma cada vez más, especialmente durante los últimos veinte minutos —sobre los cuales, por supuesto, no voy a revelar demasiado—: la atención al detalle es abrumadora y digna de admirar (si ven la película, sabrán a qué me refiero).
La principal queja de la crítica especializada y de los fans más puristas es que el filme no toma demasiados riesgos a la hora de explorar el lado oscuro de Mercury, y presenta una versión más bien suavizada del cantante, sin profundizar en la parte más cruda de su realidad. Además, algunas sucesos parecen desarrollarse demasiado rápido, especialmente en los primeros minutos de la cinta —y ni hablemos de la cantidad de errores cronológicos de la misma. Aquí el problema radica en que Bohemian Rhapsody narra la historia de Queen de una manera que resulta algo blanca e inocente, basándose casi en una fantasía y, muchas veces, faltando así a los hechos, punto en el que falla como película biográfica. El sexo y las drogas se dejan de lado, y sólo se muestra el rock ‘n’ roll.
Si bien en parte estoy de acuerdo con todo lo expuesto en el párrafo anterior, también me alegra que hayan decidido abandonar esa dirección para enfocarse en resaltar otros aspectos de la leyenda. Me alegra que, aun después de haber sufrido tantos cambios en su etapa de preproducción, la película haya visto la luz, y sea todo lo que estaba destinada a ser: un apasionante y mágico homenaje que celebra el legado de una de las mejores bandas de rock de la historia. Hay una escena en particular, hacia el final de la cinta, que deja bien claro cuál es su único objetivo: complacer al público —lo cual hace. Y esto lo digo como alguien que ama la música, más que como fan de Queen. Porque, a fin de cuentas, el espectador común no iba precisamente buscando el morbo, sino que, como yo, iba a disfrutar de la experiencia. Y —lo siento, pero alerta de mini spoiler— Bohemian Rhapsody va a hacer que te sientas parte del Live Aid —aquel mítico concierto con fines benéficos realizado en el Estadio Wembley en 1985—; el mundo se detendrá y te vas a emocionar hasta la médula. No importa cuántas veces hayas escuchado una canción de Queen, cuando la escuches en la película —quizá siendo cantada al unísono por un público de más de setenta mil personas—, te conmoverá como si fuera la primera vez. Porque no hay nada más bonito que sentirse parte de algo más grande que uno mismo. Queen will definitely rock you.
Calificación: 7.7/10.
Si eres fan de Queen, no puedes perderte la fenomenal Bohemian Rhapsody. Y, si no eres fan de Queen, tampoco puedes perderte la fenomenal Bohemian Rhapsody. Si el mar de lágrimas que he derramado en la sala de cine no ha sido suficiente para convencerte, quizá el magnífico tráiler —que puedes ver bajo estas líneas—, sí lo sea.
https://www.youtube.com/watch?v=9sMIM7fd8Js
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