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‘Shazam! Fury of the Gods’ casi presenta el cameo más alucinante de la historia del cine de superhéroes

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En los 15 años transcurridos desde que el Universo Cinematográfico Marvel reescribió las reglas del juego, el género de los superhéroes se ha definido más que nunca por sus cameos, estrellas invitadas sorpresa y regresos multitudinarios, pero fue Shazam! Fury of the Gods la que estuvo a punto de lograr lo que habría sido un indudable golpe de genialidad.

Todo se remonta a uno de los Efectos Mandela más prominentes con los que jamás te hayas topado, cuyos orígenes se remontan a un infame desastre que durante mucho tiempo ha sido elogiado como una de las peores películas de fantasía jamás realizadas. En el verano de 1996, Shaquille O’Neal demostró una vez más que sus credenciales para el estrellato en la gran pantalla eran inexistentes cuando protagonizó Kazaam, que debería haberse olvidado en un instante.

Sin embargo, más o menos al mismo tiempo, la gente se convenció al cien por cien de que Simbad había protagonizado una película llamada Shazaam, en la que también interpretaba a un genio como su altísimo homólogo de la NBA. El único problema es que, para empezar, nunca existió, lo que llevó a toda una generación a sentirse cada vez más confusa ante la revelación de que muchos de ellos se habían inventado todo un largometraje que recordaban vívidamente como un faro brillante de su infancia.

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Sintiendo la oportunidad, el director de Fury of the Gods, David F. Sandberg, tuvo la fenomenal idea de meter en el redil a uno de O’Neal y Simbad para burlarse de la legendaria falta de memoria, pero trágicamente no pudo ser.

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Se suponía que iba a ser el tipo de la calle que llama a Shazam bajo voltaje. Luego, cuando Simbad no pudo hacerlo, conseguimos que Shaq aceptara, pero luego Shaq tuvo que retirarse un par de días antes del rodaje. Hacer cameos es difícil…

Que el O’Neal de Kazaam o el Sinbad de Shazaam, totalmente inventado, aparecieran en una secuela de la superproducción del DCU Shazam! de Sandberg habría sido un corte profundo alucinante, y ni siquiera estamos siendo hiperbólicos al afirmar que sería el momento más deliciosamente meta y autoconsciente de toda la historia de la adaptación al cómic.

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