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El título de “Cocaine Bear” nunca fue negociable.

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Los cinéfilos acudieron en masa a los cines este fin de semana para ver una película sobre un oso drogado, y esa es una frase que nunca nos habíamos imaginado diciendo hasta ahora. ¿Quién iba a decir que una película llamada Cocaine Bear no sólo irrumpiría en los cines (con algún juego de palabras), sino que cautivaría de verdad al público?

No nos malinterpretes, no es exactamente el tipo de película que esperas con impaciencia mientras compras tus palomitas, metiéndote unas cuantas servilletas extra en los bolsillos para usarlas como pañuelos, pero cumple un propósito muy claro: sacarnos del ajetreo y el bullicio, de lo mundano y lo agotador, y nos ofrece una vista de pájaro de un oso mientras ingiere kilos de cocaína. Hay caos, hay agitación, hay sangre… y no hay ninguna posibilidad de que la película se llamara de otra manera.

Para que una película sobre un oso que ingiere drogas se convierta en un éxito de taquilla han tenido que encajar muchas piezas, y Jimmy Warden lo ha conseguido. En declaraciones a The Hollywood Reporter, Warden considera que el hecho de que la película se llamara Cocaine Bear es una victoria en sí misma.

“La victoria fue conseguir que se hiciera una película llamada Cocaine Bear. En este punto ya estamos jugando con el dinero de la casa”.

Así es; era el elemento fundamental de toda la experiencia: la película tenía que llamarse Cocaine Bear. ¿Qué otra opción habría tenido sentido? La premisa misma de la película gira en torno a un oso negro americano que encuentra cocaína en el bosque, la ingiere y pierde la cabeza, y punto.

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“Nunca me lo he planteado. ¿Por qué no llamarlo Oso de Cocaína?”.

Lo irónico es que los osos negros americanos suelen ser bastante tímidos, prefieren alejarse de la gente y mantenerse al margen. Por supuesto, se trata de osos que no acaban de ingerir kilos de droga, lo que puede cambiar a cualquiera (o a cualquier amigo peludo), según Warden.

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“Los osos negros que toman cocaína son probablemente algo peligrosos. He conocido a gente así. La persona no es peligrosa en absoluto, pero le das un poco de cocaína y, estás como, ‘cuidado'”.

No estamos seguros de que nadie vaya a poner a prueba esa teoría en un futuro próximo, pero si tuviéramos que adivinar, tendría sentido que suficientes drogas convirtieran a una criatura dócil en algo impulsado por un impulso primario de causar destrucción. Esperemos que el próximo grupo de turistas que se dirija a las Grandes Montañas Humeantes o de narcotraficantes en aviones deje la cocaína en casa.

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